23 de marzo de 2012

El fumador

El cigarrillo como metáfora. O el olor a cigarrillo en mis manos. Mi aliento de cenicero. Compro cigarrillos Camel en el café de Nayid. Me fascina el neón desdentado que hay al otro lado de la barra. Be-feat-r. Nayid me recibe con una sonrisa de melón, perenne la sonrisa en Nayid, y estrecha mi mano con su mano pequeña. Quiere que me sienta como un señor. Buenos días, señor. Buenos días. Nunca me he parado a pensar en esto. Nayid diserta con optimismo sobre la existencia mientras me sirve un café. Su estrategia pasa por no decir nada comprometido y parecer como de la casa. Afable y displicente. No está mal. En la calle, de nuevo el dolor del tobillo. Ando como escaldado. Fumo. Miro a los ojos de los que se cruzan conmigo, y sus ojos van a otra parte y no miran mi andar escaldado. Ahí viene alguien con el que trabajé hace tiempo. Una chica. La recuerdo entusiasta, estúpida y tetona. Su nombre no lo recuerdo. Evita saludarme. Adiós. Arrastra el paso como quien arrastra la cola de un vestido. Como si cargara con un fracaso conocido de todos. Nada más absurdo. La ilusión del fracaso y la del éxito son borracheras de absurdidad. Yo mañana haré algo realmente importante. Me cortaré el pelo. O dejaré de fumar.
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