29 de junio de 2012

El náufrago

Aparte, en otra parte. En otro lugar, a distancia. Y dividiendo, separando. Poniendo tierra de por medio. En un aparte. Porque tú y yo ya no seremos más lo que hasta hoy hemos sido. De ahora en adelante estaremos apartados. Porque yo me aparto. Porque me aparto del que se enlazaba conmigo, de aquel que andaba el camino a mi lado. Ahí te quedas. Yo ya no te pertenezco, ni hallo en ti mi pertenencia. Perdóname (o no), me equivoqué (o no). Tú no eres quien yo iba buscando. Es mejor que cada cual siga su camino. No te soporto. Yo no me merezco esto, no lo quiero. Es mejor que me aparte. En la televisión aparecen imágenes de una playa de la costa sur. Los cadáveres se acumulan en la arena, hombres y mujeres que se echaron al mar en busca de lo prometido. Los bañistas hacen corros alrededor de los cuerpos, una mujer tapa los ojos de un niño y lo protege contra sus piernas. Más allá, como en otro mundo, hay gente que no renuncia a darse un baño. La policía entretanto se afana en cubrir los cadáveres con mantas térmicas. Mejor cambiar de canal. Un individuo con pinta de dentista, extranjero, alemán, holandés, habla del derecho de cada uno a elegir lo que quiere. Cuando decides no seguir con una relación –dice el dentista- no decides el dolor de la otra parte, es la otra parte la que decide sobre su dolor. En su sonrisa perlada no hay errores. Su frente brilla como un espejo. Apago el televisor. Fumo en la ventana. Es como si de un momento a otro una ola fuera a traer el último cadáver que llegó a la playa. Que alguien aparte las manos que ciegan al niño. Que le dejen mirar.

23 de marzo de 2012

El fumador

El cigarrillo como metáfora. O el olor a cigarrillo en mis manos. Mi aliento de cenicero. Compro cigarrillos Camel en el café de Nayid. Me fascina el neón desdentado que hay al otro lado de la barra. Be-feat-r. Nayid me recibe con una sonrisa de melón, perenne la sonrisa en Nayid, y estrecha mi mano con su mano pequeña. Quiere que me sienta como un señor. Buenos días, señor. Buenos días. Nunca me he parado a pensar en esto. Nayid diserta con optimismo sobre la existencia mientras me sirve un café. Su estrategia pasa por no decir nada comprometido y parecer como de la casa. Afable y displicente. No está mal. En la calle, de nuevo el dolor del tobillo. Ando como escaldado. Fumo. Miro a los ojos de los que se cruzan conmigo, y sus ojos van a otra parte y no miran mi andar escaldado. Ahí viene alguien con el que trabajé hace tiempo. Una chica. La recuerdo entusiasta, estúpida y tetona. Su nombre no lo recuerdo. Evita saludarme. Adiós. Arrastra el paso como quien arrastra la cola de un vestido. Como si cargara con un fracaso conocido de todos. Nada más absurdo. La ilusión del fracaso y la del éxito son borracheras de absurdidad. Yo mañana haré algo realmente importante. Me cortaré el pelo. O dejaré de fumar.
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