29 de junio de 2011

El cumpleaños del corredor de fondo

Encontré tu cuerpo desnudo, tirado en los matorrales. Había salido a correr, y subí por el camino de la rambla hasta más allá de los últimos chalés, donde solo hay monte y la pista de tierra que lleva a las antenas. Estabas muerta. Que yo te hable ahora no cambia eso.
Faltaba un día para mi cumpleaños, vaya ironía.
La casa más cercana se encontraba a cerca de dos kilómetros de tu cuerpo. Eran las siete y media de la mañana. Pensé en el lío que se iba a armar cuando llegara la policía, así que me arrodillé a tu lado.
No había sangre, ni heridas, ni marcas de golpes, solo restos de plantas adheridos a tu piel, todavía húmeda por el rocío. Parecías una enorme roca pulida, una fría y hermosa roca brillante en la que posarse las águilas.
Empecé a cantar una canción que un día tú me cantaste. Hand in glove The sun shines out of our behinds No, it's not like any other love This one is different because it's us.
Te limpiaba la broza del pelo, trozos de hojas secas, hebras de tallos, pequeñas piedrecitas clavadas en tu piel, un absurdo tapón de Font Vella, que más tarde descubrí en mi mano. Habías perdido tus gafas color remolacha. Tu expresión plácida y pensativa obviaba la muerte. And if the people stare Then people stare. Yo no podía dejar de mirarte.
So, hand in glove I stake my claim I'll fight to the last breath If they dare touch a hair on your head I'll fight to the last breath.
La realidad bárbara había suprimido para siempre el significado de la canción. Ya no decía nada que yo pudiera decirte.

24 de enero de 2011

¿Qué ha pasado?

Cuando llegué, llorabas en el sofá. El gato se enrollaba entre tus piernas, afanoso y trivial, como yo mismo tantas veces: afanoso y trivial entre tus piernas. ¿Qué ha pasado, mi amor? Y había pasado que yo no estaba y que la voz que muchas mañanas oíamos al otro lado de la pared, como viniendo de la mole que hay a la espalda de nuestra casa, una voz como de mudo o como de sordo o como de niño autista, una especie de berrido humano, a veces expresando una queja, y otras al borde de la risa, esta vez sonó a pánico y a dolor inmenso. Yo siempre lo imaginé sentado en algún artilugio enorme, rodeado de múltiples chismes con múltiples funciones, postrado y amarrado con correas, y también imaginaba a la madre indolente que le llevaba el desayuno a la boca y luego pasaba la servilleta y le dejaba un beso y también un vaso con agua y una paja para beber. Me dices que has salido a la calle corriendo y que has tocado a todos los timbres de los dos portales de la mole, y que a todos has preguntado por el niño discapacitado, como si tuviera que ser necesariamente un niño, o como si los discapacitados se quedaran estancados en la niñez indefinidamente, y que no has conseguido dar con él. Has llamado a la policía. No podías dejar de llorar. Yo iba a contarte, antes de que tú hablaras y lloraras, pensaba contarte que, mirando entre viejas cosas, había visto una foto tuya, una foto que tenía un par de años, en la que sonreías igual que sonreías entonces. Yo también estuve a punto de llorar, pero me sentí rídiculo, y también tremendamente solo. Quería contártelo nada más verte, pero tú llorabas primero, y cuando empezaste a hablar tuve la sensación de que había una retorcida semejanza entre tú historia y la mía. Que la mía tal vez adolecía de una sensiblería pastosa. Y que la tuya era propia de una paranoica desquiciada. En fin, nada propia de ti.

7 de enero de 2011

Charlotte y su chascarrillo

El cigarrillo ¿qué era, un Gauloise? de Jean-Paul Belmondo, el cigarrillo rodando a lo largo de los labios de Jean-Paul, una sonrisa esbozada hacia el vértice de la boca, como hacia otro mundo por venir, en la superficie de la luna Charlotte se acaricia el cuerpo, en la superficie de la luna del armario un dedo se cuela debajo del elástico, es precioso el encaje gris sobre la piel blanca, el bello del pubis que atraviesa el tejido y brilla contra el sol, tu es la plus jolie fille de Paris - d’accord, a Charlotte le gusta yacer desnuda en la cama cuando las sábanas están recién cambiadas, fumar tendida con los pies sobre la almohada y que el sol se cuele por la ventana y le ponga la mano en la mejilla, el cigarrillo de Jean-Paul Belmondo no era exactamente un cigarrillo Gauloise sino un cigarro puro, tal vez un poco más pequeño de lo normal, y como exageradamente chato, algo muy a juego con la forma de su rostro, Charlotte se lía un pañuelo multicolor alrededor de cuello y piensa que las cosas que normalmente importan a la gente carecen de la más mínima importancia, el roce del pañuelo excita sus pezones, ce qu’il-y-a le plus important, monsieurs, mesdames, c’est ne pas l’amour, c’est ne pas la guerre, c’est ne pas l’argent, c’est pas le bonheur, c’est pas les femmes, ce qu’il-y-a le plus important c’est la nuance, Charlotte cierra los ojos y le pide al día que nadie toque a la puerta de su dormitorio en la media hora siguiente, que la mano del sol le siga acariciando la mejilla, la dulce mano del sol.

3 de enero de 2011

Martino Valles desapareció

Martino Valles fue un hombre romántico. Así debería rezar el epitafio solemne de mi amigo desaparecido. Aunque tal y como están las cosas quizá lo propio sería decir simplemente: Martino Valles desapareció. Esto se ajusta al ciento por ciento a la realidad. Y además, sería un epitafio de lo más Martino Valles. Martino Valles desapareció. D. E. P.
Yo siempre pensé que tendría que ir a recuperar su cadáver a cualquier lugar perdido del mundo, tal vez a Puntlandia, o a Sri Lanka, donde habría muerto heroicamente. O que una huelga de hambre iniciada en contra del aburrimiento universal le consumiría hasta la muerte. O que un día buscaría el reflejo de su pecho en un pequeño espejo de mano y con un revólver se dispararía directamente al corazón: a su lado hallaríamos un millar de cartas de despedida para el millar de mujeres de las que Martino Valles estaría sincrónicamente enamorado.
Martino Valles desapareció hace un mes y apenas ha dejado nada en su piso de Nueva York: unos pocos muebles de muerto, un sofá enorme (en el cual duermo), un libro (que era mío) y un montonazo de comida en los armarios de la cocina. Soy prisionero de la muerte de Martino, y víctima de la burocracia estadounidense, si no de una broma cruel de mi querido amigo. 
A veces, cuando me pongo paranóico, busco web-cams por los rincones, y pienso que es muy plausible que en estos momentos el muy cabrón esté en España, tal vez en mi casa, viendo como mi vida queda en suspenso. 
Desaparecí esperando a un desaparecido.
El caso es que ya lo dije en su momento: No sé, Martino, si es tan buena idea que compartamos todas nuestras amantes. Y mucho menos el rollo este de los trios. Se nos está yendo de las manos. Nos estamos condenando a follar unidos.
Licencia Creative Commons
el hot morro por se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
Basada en una obra en martingomar.blogspot.com.